Tras una larga negociación política que involucró a Joe Biden y Benjamín Netanyahu, Israel inició su ataque a Irán sólo contra blancos militares, frente al reclamo de la Casa Blanca de excluir objetivos vinculados al desarrollo del proyecto nuclear y al sistema de refinería petrolera, que es la base de la economía del régimen fundamentalista.
El Presidente de los Estados Unidos siempre ratificó el derecho de autodefensa de Israel, pero solicitó a Netanyahu que acotará los objetivos del ataque para evitar que el conflicto se extienda a todo Medio Oriente por la decisión de golpear la iniciativa nuclear iraní y la producción de petróleo.
Un ataque directo al sistema nuclear hubiera acelerado una réplica desde Teherán y el apoyo inmediato de Siria, Irak y el Líbano, mientras que la ofensiva sobre la industria petrolera podría afectar a países árabes que poco tienen que ver con los ayatollahs -Arabia Saudita y Emiratos, por ejemplo- y al proceso electoral en Estados Unidos, adonde la vicepresidente Kamala Harris compite con el candidato republicano Donald Trump.
“Estamos apuntando a cosas que podrían habernos amenazado en el pasado o podrían hacerlo en el futuro”, precisó a Infobae -desde Jerusalén- un asesor israelí que conoce el plan de batalla.
Sin embargo, el ataque de Israel a Irán recién inicia y todavía no hay certeza acerca de su eventual continuación. Netanyahu cumplió con su palabra de restringir la ofensiva aérea sólo sobre blancos militares, pero hacia adelante todo dependerá de la replica que ensaye Irán en las próximas horas.
“En respuesta a meses de ataques continuos del régimen de Irán contra el Estado de Israel, en este momento las Fuerzas de Defensa de Israel están llevando a cabo ataques precisos contra objetivos militares en Irán”, sostiene el comunicado oficial explicando el alcance de la ofensiva sobre Teherán y sus alrededores.
A diferencia de la Operación Beeper y la muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, la Casa Blanca conocía los detalles de la operación militar que estaba diseñando el gobierno israelí. En este contexto, el Pentágono ya había desplegado portaviones, submarinos, buques de apoyo, escuadrones aéreos, satélites de inteligencia y el sistema de defensa THAAD para alertar y contener un eventual réplica de Irán.
El secretario de Estado, Anthony Blinken, abandonó Medio Oriente horas antes que los primeros misiles de Israel cayeran sobre Teherán.
Y desde Jerusalén informaron a Biden que el ataque era inminente. El Presidente de los Estados Unidos recibe la información del jefe del Pentágono, Lloyd Austin, que a su vez está en contacto permanente con su colega Yoav Gallant, ministro de Defensa de Israel.
El pedido de Biden a Netanyahu respecto a limitar los blancos de ataque también se vincula al futuro regional. Si Israel avanzaba sobre el proyecto nuclear iraní y las refinerías de combustible, hubiera sido imposible evitar un efecto dominó en Medio Oriente: desde los aliados de irán hasta las potencias petroleras del Golfo Pérsico se habrían unido para condenar y replicar la decisión israelí.
Irán atacó a Israel a principios de octubre con 181 misiles. Netanyahu sólo tiene la intención de replicar en volumen ese ataque, y a continuación aguardar la respuesta del régimen de los Ayatollahs. Puede ocurrir que Teherán conteste con sus proxies -Hezbollah, Hamas y los Hutíes-, y en este caso Israel regresará al status quo anterior.
Esto significa que continuará con sus operaciones ya planificadas en Gaza, El Líbano y Yemen.
Pero si Irán replica con sus propios misiles, Israel volverá a escalar con sus ataques aéreos. Y en este caso aún no se sabe con certeza si Netanyahu ratificará su compromiso con Biden, o por el contrario, avanzará -al menos- contra las refinerías petroleras.