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Las pruebas apuntan al uso sistemático de la violación y la violencia sexual por parte de Hamas en los atentados del 7 de octubre

The Guardian tiene conocimiento de agresiones sexuales sobre las que existen múltiples pruebas que las corroboran

En los vídeos del 7 de octubre, el cuerpo de una mujer joven yace boca abajo en la parte trasera de una camioneta, desnuda hasta la ropa interior, con una pierna doblada en un ángulo antinatural. Uno de los hombres sentados junto a ella le tira del pelo largo mientras los hombres armados que le rodean gritan alabanzas a Dios.

Las imágenes del cadáver sin vida de Shani Louk, una joven de 22 años de nacionalidad israelí-alemana, paseado por las calles de Gaza fueron algunas de las primeras que salieron a la luz el 7 de octubre, cuando empezaba a hacerse evidente la magnitud del horror causado a las familias que dormían en los kibutzim vecinos a la franja y a la gente que estaba de fiesta en una rave cercana.

En los más de tres meses transcurridos desde el ataque sin precedentes del grupo palestino Hamas, las atrocidades cometidas por los militantes han quedado bien documentadas. Israel aún no ha superado el trauma: familias enteras quemadas vivas, torturas y mutilaciones, niños y ancianos arrancados de los brazos de sus seres queridos, tomados como rehenes.

Los equipos de emergencia arriesgaron sus vidas en los combates del 7 de octubre y varios días después para rescatar a los heridos y recuperar a los muertos. El caos provocó importantes fallos en la conservación de pruebas de violencia de género y de lo que empieza a considerarse el uso sistemático de la violación como arma de guerra por parte de Hamás.

La principal unidad de investigación de la policía israelí, Lahav 433, sigue analizando 50.000 pruebas visuales y 1.500 testimonios de testigos, y afirma que no puede cifrar el número de mujeres y niñas que sufrieron violencia de género.

Al cotejar los testimonios facilitados a la policía, las entrevistas publicadas con testigos y las imágenes fotográficas y de vídeo tomadas por supervivientes y primeros intervinientes, The Guardian tiene constancia de al menos seis agresiones sexuales sobre las que existen múltiples pruebas que las corroboran. Dos de esas víctimas, que fueron asesinadas, tenían menos de 18 años.

Según la profesora Ruth Halperin-Kaddari, jurista y defensora internacional de los derechos de la mujer, al menos siete de las mujeres asesinadas también fueron violadas en el ataque, según el examen de las pruebas que ha realizado hasta el momento. Tanto el New York Times como la NBC han identificado a más de 30 mujeres y niñas asesinadas cuyos cadáveres presentan señales de abusos, como genitales ensangrentados y falta de ropa, y, según el Ministerio de Bienestar israelí, cinco mujeres y un hombre han acudido en busca de ayuda por abusos sexuales en los últimos meses.

Inmediatamente después del ataque, abrumados por el gran número de víctimas y el estado quemado o desfigurado de algunos de los cadáveres, los depósitos de cadáveres estaban preocupados por la identificación y no tenían tiempo o capacidad para realizar pruebas de agresión sexual utilizando kits de violación, dijo el portavoz de la policía Mirit Ben Mayor. La falta de personal formado también era un problema: según el diario israelí Haaretz, sólo hay siete patólogos forenses en todo el país.

Zaka, la organización israelí de respuesta a emergencias, suele trabajar en cooperación con la policía en los escenarios de atentados terroristas para que las autoridades puedan reunir pruebas antes de que Zaka retire los cadáveres. Muchos han dicho desde el atentado que ojalá se hubieran dado cuenta en ese momento de que, aunque intentaban tratar a los muertos con respeto, también estaban contaminando las escenas del crimen. La mayoría de los trabajadores de Zaka son hombres ultraortodoxos conservadores: varios han dicho que “no pensaron en absoluto en la violación”.

Además, los cadáveres de las víctimas se entregaban lo antes posible desde los depósitos de cadáveres a sus familias para el rápido entierro que exige la tradición judía, y las pruebas cruciales se enterraban con ellos.

Todavía es posible realizar algún examen forense póstumo, pero es poco probable que se llegue a conocer el alcance total de la violencia de género cometida el 7 de octubre.

The Guardian habló con un voluntario de Zaka, Simcha Greeneman, que dijo que en un kibutz se había encontrado con una mujer desnuda de cintura para abajo, inclinada sobre una cama y con un disparo en la nuca. En otra casa, descubrió a una mujer muerta con objetos punzantes en la vagina, incluidos clavos.

En la base militar de Shura, en el centro de Israel, adonde fueron trasladados la mayoría de los muertos, la reservista Shari Mendes, encargada de lavar los cadáveres femeninos y prepararlos para el entierro, declaró a los periodistas: “Hemos visto mujeres violadas, desde niñas hasta ancianas.

“Estábamos en estado de shock… Muchas mujeres jóvenes llegaban envueltas en harapos ensangrentados, sólo con su ropa interior, a menudo muy ensangrentada. El comandante de nuestro equipo vio a varios soldados que habían recibido disparos en la entrepierna, en las partes íntimas, en la vagina o en los pechos”, añadió.

El relato más detallado de la violación es el de una joven que asistió al festival de música Supernova, donde murieron más de 350 jóvenes. La testigo, que recibió un disparo en la espalda, dijo que estaba escondida entre la vegetación junto a la ruta 232 cuando llegó un numeroso grupo de hombres armados de Hamás, que entre todos violaron y mataron al menos a cinco mujeres.

“Tumbaron a una mujer y entendí que la estaba violando… Se la pasaron a otra persona”, relató a la policía en un vídeo revisado por The Guardian. “Y le corta el pecho, lo tira a la carretera y están jugando con él”.

**Una de las mujeres violadas fue “despedazada” y otra “apuñalada repetidamente en la espalda mientras la violaban”, dijo el mismo testigo en una entrevista con el New York Times. La testigo ha facilitado a la policía fotografías de su escondite, y otro superviviente escondido en el mismo lugar ha declarado que vio cómo violaban al menos a una mujer.

Uno de los organizadores del festival, Rami Shmuel, que regresó al lugar al día siguiente del ataque, ha descrito el hallazgo de los cadáveres de tres mujeres jóvenes “desnudas de cintura para abajo, con las piernas abiertas”.

“Una tenía la cara quemada”, dijo. Otra tenía “un disparo en la cara”, mientras que la última tenía “disparos en toda la parte inferior del cuerpo”.

Una mujer que sobrevivió a la violación en grupo en la rave estaba siendo tratada por graves traumas mentales y físicos, dijo la policía, y no estaba en condiciones de hablar con los investigadores.

Además de la violencia de género cometida el 7 de octubre, preocupa la seguridad de las mujeres que siguen cautivas de Hamás en Gaza.

Renana Eitan, jefa de psiquiatría del centro médico Ichilov de Tel Aviv, declaró anteriormente a The Guardian que de los 14 rehenes liberados que seguían a su cargo -entre ellos niños- varios habían sido objeto o testigos de abusos sexuales. El Departamento de Estado de Estados Unidos ha afirmado que la tregua de una semana entre Israel y Hamás en noviembre se rompió porque los militantes se negaron a liberar a las mujeres que quedaban bajo su custodia, por temor a que hablaran públicamente sobre la violencia sexual.

Orit Sulitzeanu, directora de la Asociación de Centros de Crisis por Violación de Israel, ha declarado: “Todo el mundo busca esa prueba de oro, una mujer superviviente que testifique públicamente sobre lo que le ocurrió. Pero piénsalo: alguien que sufre ese tipo de trauma, ¿por qué iba a someterse a eso? La violencia sexual no se denuncia en todas partes. Esto no es diferente.

“No creo que actualmente a las supervivientes les convenga acudir a la policía, y creo que las investigaciones sobre todas las atrocidades van a llevar mucho tiempo”.

La violación y las agresiones sexuales se consideran crímenes de guerra y una infracción del derecho internacional humanitario. Hamás ha negado las acusaciones de violencia sexual.

El lunes, expertos independientes designados por la ONU afirmaron que “dado el número de víctimas y la amplia premeditación y planificación de los ataques”, las crecientes pruebas de violaciones y mutilaciones genitales apuntaban a posibles crímenes contra la humanidad.

Funcionarios de los servicios de inteligencia israelíes, expertos y fuentes con conocimiento directo de los informes de los interrogatorios de los combatientes de Hamás capturados creen que las unidades que atacaron recibieron de antemano un texto que se basaba en una controvertida y discutida interpretación de la jurisprudencia militar islámica tradicional, en el que se afirmaba que los cautivos eran “botín de guerra”. Esto podía legitimar el secuestro de civiles y otros abusos, sin ser una instrucción explícita de hacerlo.

En al menos dos vídeos sin fuentes de interrogatorios a presuntos miembros de Hamás, cuya liberación no autorizaron según funcionarios israelíes, se oye a los hombres hablar de instrucciones dadas para violar a mujeres.

Según Halperin-Kaddari, es probable que resulte muy difícil vincular a los sospechosos detenidos con delitos concretos, aunque Israel tiene la intención de abrir procedimientos penales lo antes posible.

Las víctimas individuales podrán presentar denuncias por crímenes de lesa humanidad contra Hamás ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya, y también se espera que el tribunal abra una investigación específica sobre violencia sexual el 7 de octubre.

Halperin-Kaddari afirmó: “Una investigación internacional tiene más potencial porque el nivel de las pruebas no es tan alto como el de los procedimientos penales, en los que hay que tener un individuo y una víctima concretos y demostrar lo ocurrido más allá de toda duda razonable.

“Para enjuiciar el alcance global de las atrocidades y el grado de crueldad… Ya tenemos suficiente para eso”.