El reformista Masoud Pezeshkian se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales de Irán, derrotando al prominente ultraconservador Saeed Jalili.
Pezeshkian, un cirujano cardíaco y veterano legislador, prometió acercarse a Occidente y flexibilizar la estricta aplicación de la ley del velo obligatorio, un tema candente en la República Islámica después de años de sanciones y protestas. Sin embargo, aseguró que no realizaría cambios radicales en la teocracia chiita de Irán, manteniendo al líder supremo Ali Khamenei como el árbitro final en todos los asuntos del Estado.
Pezeshkian, conocido por su postura moderada, no pretende alterar drásticamente la estructura teocrática de Irán. En su campaña, dejó claro que Khamenei sigue siendo la autoridad suprema. Esto refleja un enfoque pragmático, consciente de que cualquier intento de reforma significativa deberá navegar a través de un gobierno todavía dominado por ultraconservadores.
A pesar de sus promesas de cambio, Pezeshkian tendrá que enfrentarse a la resistencia interna, ya que muchos puestos clave en el gobierno iraní siguen en manos de figuras conservadoras del régimen.
La victoria de Pezeshkian se produce en un momento de alta tensión en Irán, tanto a nivel interno como regional. La economía iraní ha estado bajo una presión severa debido a las sanciones internacionales y se han multiplicado las masivas marcha que exigen apertura democrática. El régimen ha respondido con intensas represiones, lo que ha aumentado la desconfianza y el descontento entre la población.
Las relaciones de Irán con sus vecinos y el mundo occidental también están en un punto crítico. En abril, Irán lanzó su primer ataque directo contra Israel y, además, grupos terroristas apoyados por Teherán, como Hezbollah en Líbano y los hutíes en Yemen, han intensificado sus ataques en la región.
Al mismo tiempo, Irán sigue enriqueciendo uranio a niveles cercanos al grado armamentístico, manteniendo una reserva suficiente para fabricar varias armas nucleares si así lo decide. Estos desarrollos han aumentado las tensiones en el Medio Oriente y han complicado las relaciones de Irán con las potencias occidentales.
En cuanto a la política exterior, Pezeshkian ha indicado que buscará mantener relaciones amistosas con todos los países, excepto con Israel. La única esperanza reside en que aunque no impulse un cambio significativo en las tensas relaciones con Israel, su disposición a entablar diálogo con otros países marque un cambio hacia una política exterior más diplomática y menos confrontativa.
En su campaña, Pezeshkian se comprometió a acercar a Irán a Occidente para aliviar las sanciones y promover el crecimiento económico. También prometió atender las necesidades de las diversas etnias y grupos dentro de Irán, destacando su capacidad para hablar azerí, farsi y kurdo como un símbolo de su compromiso con la inclusión.
El conteo oficial de votos otorgó a Pezeshkian 16,3 millones de votos frente a los 13,5 millones de Jalili, en una elección que registró una participación del 49.6%, según el Ministerio del Interior de Irán. Esta cifra, aunque históricamente baja para una elección presidencial iraní, refleja un ligero aumento respecto a la primera vuelta del 28 de junio, que tuvo la menor participación desde la Revolución Islámica de 1979.
Las elecciones se llevaron a cabo sin la supervisión de observadores internacionales reconocidos, y se registraron 607.575 votos nulos, a menudo un indicio de protesta de aquellos obligados a votar pero que rechazan a ambos candidatos.
Hijo de un padre azerí y una madre kurda, no participó activamente en la Revolución Islámica de 1979 más allá de cierto activismo estudiantil. Durante la guerra entre Irán e Irak, dejó sus estudios en la Universidad de Medicina de Tabriz para unirse como voluntario al ejército iraní, regresando en 1988 para completar su especialización en cirugía cardíaca. Devoto religioso, también se dedicó a la enseñanza del Corán y a la docencia universitaria.
Pezeshkian comenzó su carrera política como ministro de Sanidad durante el gobierno del primer presidente reformista, Mohammad Khatami, en 2000. Más tarde, regresó a la política en 2008 como parlamentario y fue vicepresidente del Parlamento desde 2016 hasta 2021.
Su victoria representa una esperanza para muchos iraníes que anhelan un cambio y una mayor apertura al mundo. Sin embargo, el camino hacia la implementación de sus promesas estará lleno de desafíos, especialmente internos.