Desde el ataque de Hamas el 7 de octubre, Hezbollah, el grupo terrorista respaldado por Irán y con base en Líbano, ha lanzado cohetes y aviones no tripulados contra el norte de Israel. Los incendios han devastado miles de acres de tierra, y 70.000 israelíes han sido evacuados, sin poder regresar a sus hogares.
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han respondido con contundencia, expulsando a 90.000 libaneses del sur del país y, el 3 de julio, abatieron a un destacado líder de Hezbollah. La posibilidad de una guerra abierta entre Israel y Hezbollah podría desencadenar uno de los mayores conflictos en la región en décadas.
La avanzada israelí de 2006, destinada a expulsar a Hezbollah de la frontera, resultó en una guerra de 34 días. Aunque debilitó a la milicia desde la perspectiva israelí, Hezbollah ha resurgido más fuerte.
Hoy en día, Hezbollah está mejor armado que en 2006, con un arsenal de 150.000 misiles, algunos capaces de alcanzar Tel Aviv y abrumar las defensas aéreas de Israel. Funcionarios israelíes sugieren una guerra corta y dura, pero la historia de conflictos prolongados, como la invasión de 1982, plantea dudas sobre esta estrategia. Las bajas civiles serían catastróficas, ya que Hezbollah está profundamente arraigado en áreas urbanas, lo que generaría una condena internacional para Israel. Además, el colapso del estado libanés, ya en bancarrota, podría desencadenar un caos aún mayor en la región.
La guerra abierta con Hezbollah podría escalar rápidamente a un conflicto regional, involucrando a Irán y sus aliados. Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah, ha advertido sobre una guerra sin límites, y Irán ha hablado de una “guerra aniquiladora”. Estas amenazas subrayan la gravedad de la situación y la necesidad de contención por parte de Israel.
La Resolución 1701 de la ONU, aprobada después de la guerra de 2006, exige que las fuerzas de Hezbollah permanezcan al norte del río Litani, a 30 kilómetros de la frontera. Sin embargo, Hezbollah ha mostrado poco interés en cumplirla, y las fuerzas de la ONU y el ejército libanés son demasiado débiles para hacerla cumplir.
La historia de conflictos prolongados y costosos en la región demuestra que una estrategia de guerra abierta podría ser desastrosa. En cambio, la contención, la diplomacia y la reconstrucción de alianzas estratégicas ofrecen un camino más prudente, según los expertos.